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El ácido docosahexaenóico (DHA) es un ácido graso omega-3 de cadena larga naturalmente presente en el pescado de agua fría y en la leche materna. El DHA también está disponible en el aceite de pescado, en los suplementos de algas, y en alimentos enriquecidos como la leche y los huevos. Aunque el DHA puede ser sintetizado a partir del precursor de cadena corta ácido a-linolénico, el DHA adquirido con la dieta se acumula de manera más eficiente en los eritrocitos, en la leche materna y en la materia gris cortical.

El DHA juega un papel importante en el desarrollo del cerebro desde el periodo perinatal – es decir, el tercer trimestre de gestación en los humanos – hasta la adolescencia. El DHA comienza a acumularse en la corteza frontal durante el periodo perinatal. Después del nacimiento, los neonatos dependen de la leche materna como única fuente de DHA. Durante el primer año de vida, la concentración de DHA en la corteza frontal representa el 9% de la composición total de ácidos grasos. Los niveles de DHA continúan a aumentar durante la infancia y la adolescencia, llegando a alcanzar el 15% del total de los ácidos grasos de la zona cortical.

Estudios de neuroimaging han demostrado que, durante la infancia y la adolescencia, las regiones frontales corticales desarrollan la función de la atención y la de la ejecución. Además, las regiones frontales maduran la conectividad con las estructuras límbicas, como la amígdala, que modulan el estado del humor.

Por eso, la deficiencia de DHA durante las diferentes fases del crecimiento del cerebro tiene consecuencias sobre su estructura, y aumenta las probabilidades de sufrir disfunciones cognitivas y síntomas psiquiátricos en el curso de la vida.

Estudios en roedores han sugerido un papel neuroprotectivo y neurotrófico para el DHA. El DHA actúa a nivel bioquímico en la regulación de la actividad de una proteína cinasa (PKC) involucrada en el mantenimiento de la estructura fisiológica de las espinas dendríticas, necesarias para la conectividad sináptica. Si el nivel de DHA disminuye, la PKC aumenta su actividad, llevando a una cascada de reacciones que desestabiliza el citoesqueleto de actina de las dendritas. De ahí, el colapso de las espinas y su disfuncionalidad.

Con respeto a la estructura del cerebro, la deficiencia de DHA causa reducciones significativas en los volúmenes de materia gris cortical, en la conectividad dentro de las redes corticales, y en la integridad de la materia blanca. La deficiencia de DHA en los últimos meses de embarazo, es decir, en el parto prematuro, lleva a déficit a largo plazo en la maturación de los circuitos corticales, como prueban estudios en primates no humanos. Al día de hoy, no se sabe si un suplemento temprano de DHA pueda prevenir o revertir estos déficits.

Las disfunciones a nivel bioquímico y estructural pueden llevar a trastornos psiquiátricos en los humanos: los niños nacidos prematuros tienen un riesgo mayor de desarrollar el trastorno por déficit de atención y disfunciones cognitivas antes de los 7 años de edad. Además, durante la adolescencia, son más predispuestos a depresión, ansiedad, trastornos psicóticos como el trastorno bipolar, la esquizofrenia y el trastorno depresivo mayor, independientemente de las variables genéticas y ambientales.

En resumen, dependiendo del periodo de la vida, hay varios puntos críticos en los cuales la falta de acumulación de DHA en el cerebro puede alterar el desarrollo normal del mismo. Un punto crítico está relacionado con los partos prematuros, asociados con un déficit en la conectividad de la red cortical prefrontal: en este caso, las disfunciones pueden ser mitigadas a través de un suplemento postparto de DHA en altas dosis. Otro punto crítico está relacionado con la duración del amamantamiento: los niños que han sido amamantados por más de 12 meses tienen índices más altos de integridad y de función neuronal comparados con los niños amamantados por menos de 12 meses. También, se debería considerar el escaso consumo de ácidos grasos ómega-3 de cadena larga en la dieta de la población adolescente. Aun si el DHA no es el único responsable del desarrollo y de la protección neuronal, su presencia en la dieta puede mitigar los efectos de las disfunciones de los circuitos corticales y de los trastornos psiquiátricos consecuentes.

MENSAJES PRINCIPALES

El DHA juega un papel importante en el desarrollo y maturación de los circuitos corticales desde la parte final del embarazo hasta la adolescencia. Bajos niveles de DHA en la sangre y en la corteza frontal son asociados al desarrollo de trastornos psiquiátricos. El suplemento temprano de DHA en la dieta de los recién nacidos y de los niños puede ser una estrategia para moderar los efectos adversos.

 

Referencias:

McNamara R.K. et al. Role of perinatal long-chain omega-3 fatty acids in cortical circuit maturation: Mechanisms and implications for psychopathology. World J Psychiatr 2015 March 22; 5(1): 15-34.

 

 

“Este trabajo ha sido financiado por el proyecto PI15/01082, integrado en el Plan Nacional de I+D+I y cofinanciado por el ISCIII – Subdirección General de Evaluación y Fomento de la Investigación Sanitaria – y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER)”

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